jueves, 9 de mayo de 2013

Sirena .-



Estúpidos humanos;  la verdad este es mi último escrito como uno…
Rechazar mi naturaleza por placer, rechazar todo lo que soy, por una mujer….
Mi alma obscura reclama toda una vida de sed; esta sed que el mar sin nombre no ha podido saciar.
 Me detengo un segundo de cuajo y alzo mis negras alas al cielo, el aroma de tu piel que las suaves brisas traen a mí; me hablan de tiempos de antaño donde el silencio era nuestro idioma único y puro, donde tu mirada acoplada a la mía eran el rito pagano más precioso que existiese.
Ahora. . . ahora solo queda el silencio.
Somos dos extraños en un mundo de conocidas cascaras vacías.
Tristemente tu rostro se opaca con todas esas miradas, con todas esas vacías manos que rozan tus mejillas de tabaco y cerezas…
Una sonrisa; una sonrisa pedida a la luna, una sonrisa de corazón; una de rosa, una de jazmín, una de la violeta del vergel de tu alma.
Las manos del ángel tocan mi frente y traen consigo aviso de un nuevo amanecer. Aviso de un crepúsculo ausente, de una larga noche que a partido a oscurecer otras alas perdidas en océanos de vos.
Triste es la historia al final; cuando las sonrisas so corrompida. Moraleja de tiempos inmaculados, es simplemente nunca poner el corazón sobre la mesa, menos apostarlo en un juego de cartas; Donde la fortuna está echada y las cálidas llamas consumen los dedos que una vez tocaron tus confines.
Tu voz retumba en las paredes de mi mente; un eco perdido se hace oír entre recuerdos de ti y risas que rasgan mis sentidos.
¿Algo de sinceridad? ¿Acaso es pedir tanto?
Es el precio de siglos de libido y labia. . . pues lo pago con el corazon en ascuas, un dolor… un dolor… que no se lo sedería a nadie.