- ¡Rayos! ¿Tan tarde
es?-murmuro mientras llevo mi mano a la frente, sujetándome intentando no
volver a caer entre las sabanas.
Otro nuevo día a
comenzado, las calles de Santiago aguardan por mí. Odio el metro; la gente es
tan tímida y lúgubre - sonrió- solo me resta imaginar si el chico del sombrero
en alguna de mis acrobáticos movimientos. Le pedirá una cita a la chica de las
flores del vagón continuo. o si el tipo de corbata se atrevería a acercarse a
la joven de minifalda -risa- o si alguna vez esa chica de pelo corto se
atreverá a hablarme y solo dejar de mirarme; lógico que yo no daré el primer
paso (estoy para que me amen ; no para amar).
Abro la ducha... para
intentar que el agua helada logre entibiar algo en el transcurso en que lanzo
mis prendas lo más lejos que pueda.
- Mierda - gruño,
mientras el agua congelada roza mis
pechos. Aunque no parezca; este es el mejor momento del día "un segundo
solo para mí" e inevitablemente suena el teléfono. mojo mi cabeza con
celeridad y salgo corriendo. Miro fijamente la pantalla "llamada perdida
de mi supervisor" mi cabeza da vuelta y un fuego sube por mi vientre
-"el mejor momento del día debe esperar"- digo en voz alta para no
caer en una depresión tan temprano.
23 años; vivo sola en
una pieza que arriendo. Mis padres nunca me apoyaron en nada de importancia en
mi vida; mas para llenarse la boca con mis logros haciéndolos suyos y degradándome
en cada oportunidad que tuvieran.
Ahora sola con mi gato
Ryu y mi dotación de cigarros largos (de esos que se veían hace un par de décadas
atrás), intento sobrevivir en una sociedad donde si no eres hija de un ministro
o senador; están condenada a bailar en un local de mala muerte a los ojos de
viejos verdes para no tener que morir de hambre.
Mis padres al
separarse creyeron que entregándome dinero todos los fines de semana iba a ser
como todas las chicas común y silvestres; mas cuando se enteraron de mis gustos
algo peculiares. Me apuntaron con el dedo; obligándome a llegar a esto. . .
- Mierda de transporte
público - aprieto los dientes mientras mas recuerdo que cada segundo cuenta; si
es que quiero permanecer en mi empleo. El empaque no es mal trabajo. Alomenos ya
deje las calles y eso es lo que me da algo más de tranquilidad; noche a noche
venderme, explotarme como si fuese vil carne... lo reconozco me encanta el
placer y el dinero fácil es una tentación muy grande.
Pero estoy decidida
"puede que mi historia a alguien le llegue" -risa- la típica historia
de superación -hahahahahahaha-
Típica historia de superación...
“El diario de una puta
resignada "
No hay comentarios:
Publicar un comentario