domingo, 23 de noviembre de 2014

O r g u l l o & E g o



Luces bajas, buena música, poca gente; es extraño ver un restaurant capitalino que sea tan perfecto en estos días. Los camareros moviéndose de un sitio a otro inquietos, posiblemente preocupados de sus puestos al tener tan poca concurrencia. El jazz, mi amado jazz rebotando en cada pared y entrando lentamente en cada uno de mis poros: la noche perfecta, la noche ideal.
Sé que no nos vimos esta tarde, pero ella prometió esta noche para mí, al mismo tiempo ambos decidimos que sería una cita diferente a todas, así que llevo traje formal: Dios, debo estar muy enamorado. Rió.
Eh llegado 30 minutos antes para reconocer el lugar, memorizar los platillos y sobornar al gerente para que la música de jazz toque toda la noche ( oh claro, el tiempo que precisemos). Me pregunto a cada minuto que haré, el porque estoy aquí, lo que espero, lo que de verdad deseo, mil preguntas bajan por mi mente turbulentamente como un río que termina en una cascada. Aunque simplemente mis pensamientos solo se vuelcan en visualizarla, deseo verla, deseo verla.
Por fin solo opto por sentarme en la mesa que elegí e intentar no preocuparme, simplemente estar dispuesto a todo lo que vaya a ocurrir. Y sin esperar; unos suaves dedos cubre mis ojos, todo mientras uno labios se acerca muy lentamente a mi oído y susurra armónicamente “¿pensando en la luna? No alcance a formular mi respuesta cuando sus dedos se deslizaron por mi rostro, pasando por mi cuello y hombros, dejándome ver a la bella deidad que sería mi compañera esta velada. Un vestido rojo apegado a su bella figura; dejando expuesto los hombros y su hermoso cuello. Su cabello suelto, como si tuviese vida propia se mueve al compás de sus pasos. Dios… que bella figura, que hermoso espectáculo, aun así todo opacado por esa hermosa sonrisa; esos labios de rojo carmesí, hipnóticos con cada movimiento. Tal cual como si la belleza se pintara con ellos. Una mirada firme y cálida; como el desierto al atardecer.
“Más bien pensaba en la Luna de Plata”  dije sonriendo. Su mirada de felicidad indicaba la aceptación de mi invitación.
Hablamos de trivialidades durante la cena, amores perdidos y olvidados, futuros, deseos, anhelos y sobre nosotros. Al llegar a este último punto, sus mejillas tomaron un color rojo vivas que me hizo creer que aun ella no podía entender que estuviésemos juntos. Incluso para mí era como un sueño saber que después de años este fuese el resultado. Estire un poco mi mano, tocando la de ella, acariciándola lentamente mientras miraba fijamente a sus ojos. No dijimos palabra alguna nada de lo que pasaría estaba planeado, pero aun así ambos sabíamos y deseábamos que ocurriese.
Caminamos un largo trecho hasta llegar a mi hotel, no dijimos palabra alguna, no nos dirigimos ni una sola mirada; todo era movimiento memorizados y puestos en marcha. Abrí la puerta de mi habitación y la mire por primera vez desde que salimos del restaurant, sus ojos brillaban mientras su cara colorada me decía mucho mas.
Ella se sentó en el borde de mi cama; enseñándome la espalda. Cerré la puerta y puse las luces en un tono más opaco como si casi estuvieran apagadas, me acerque a la ventana y abrí las cortinas, dejando que la luz lunar iluminase todo, iluminando esa fina espalda; a la cual lleve mis manos y suavemente comencé a acariciar con la yema de mis dedos. Su piel era tan tersa y fina, cerré los ojos y aprendí a deleitarme con el tacto de mis dedos, cada milímetro de su piel era una invitación a más y más. Sonreí al sentir tanto en mi y lleve a sus hombros mis labios y con ellos mis besos. Su cálida piel se dejo amar sin prejuicio alguno. Ella con sus manos libres tomo mi rostro y lo guió a sus labios: de los cuales estoy enamorado.
No recuerdo cuantas horas nos besamos, pero si todo lo que hicimos entre beso y beso. Recuerdo claramente como se puso de pie frente a mí y dejo deslizar suavemente su vestido; dejándolo caer al suelo, recuerdo claramente como sus dedos acariciaban mi rostro y bajaban por mi pecho. Como es que deje que mis prendas desaparecieron al igual que las de ella y nos acercamos al punto de que sus latidos fueron mis latidos.
Recuerdo el hipnótico vaivén de su cadera sobre la mía, el cómo sus pechos aliviaban mi sed y el calor de su piel; el ardor de su piel. Recuerdo el sabor de la Luna de Plata en la punta de mi lengua. No consigo cerrar los ojos y no pensar en el momento en que ella y yo fuimos solo uno; en el cómo nos amamos suavemente con la luz lunar. Su beso espectral pegado en mis labios.
Hoy pasos las noches mirando la luna y pensando en ella.


Hoy pasos mi noche diciendo en voz baja tu nombre inmortal:
                                         Accassia.                   




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