*"Olvidemos a Blanck,
dejemos al autor en la penumbra.
Hablemos de Diego,
el que habita detrás de los ojos,
detrás de la ilusión
tejida con años y silencios.
¿Qué quiere Diego?
Nada de riquezas, nada de poder,
nada de eternidades prestadas.
Solo amor.
El amor sencillo,
el amor difícil,
el que respira día a día.
Quiere aguas donde hundirse,
tranquilas, puras,
donde el corazón sepa que vive.
Quiere la pregunta pequeña:
“¿Cómo estás?”
Quiere el recuerdo de su valor
en la voz de quien lo ama.
Diego es raro,
extraño en su belleza,
capaz de romper reglas,
de incendiar sus murallas,
de olvidarse de sí
si con eso protege a los suyos.
No sigue cánones,
no persigue patrones,
solo ama en su forma desbordada.
Y yo, Blanck, lo sé:
he llorado por él,
hemos llorado por él,
cuando la soledad —veneno lento—
lo muerde en silencio.
Compararlo lo hiere,
ponerlo frente a sombras ajenas
le pesa como hierro en el pecho.
La soledad y la comparación:
esas son sus torturas.
Y al final,
ese es el destino compartido:
Diego ama demasiado,
Blanck ama demasiado.
Aman como ídolos,
aunque duela,
aunque queme."*
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